En tres oportunidades pude mirar de cerca a Hugo Chávez, fui parte de
las multitudes que inundaban sus pasos en su incansable recorrido por la
Venezuela olvidada, nunca pude estrechar su mano, ni mediar una palabra
directa, pero eso no hizo falta para comprender la dimensión política de su
proyecto. En 1992 una generación de venezolanos fue estremecida por la imagen
de ese soldado que clamaba por la reconstrucción de la república, inspirado en la
tradición libertadora de nuestra independencia se rebeló contra la podredumbre
institucional con la meta de reavivar el sueño inconcluso de Simón Bolívar,
años más tarde su mensaje se replicó en los millones de seres humanos
invisibilizados por el capitalismo en su fase más aguda y en una vuelta a
la historia conquistó el gobierno por la vía de la democracia liberal.
Su insurgencia abrió distintos frentes de batalla, a lo interior contra
una burguesía parasitaria que se negó a perder el control del Estado, con un
discurso clasista y racista que no puede aceptar que un “zambo” hijo de
maestros del campo dirigiera la principal potencia petrolera del mundo. A lo
externo el imperialismo en decadencia (desplazado por el hálito de la
Anfictionía de Panamá creador de un nuevo orden regional sin el tutelaje de los
EEUU) ha financiado de forma directa los planes conspirativos para derrocarle.
En sus propias filas enfrentó la traición de algunos de sus allegados que
terminaron aliados con la vieja burguesía que fracasó en el golpe de Estado de
2002.
En un mundo sin timón ni alternativas visibles al sistema capitalista
ante la caída de la URSS, Chávez demostró que es posible en las periferias a
partir de la integración regional derrotar los proyectos anexionistas como el
ALCA y abrir espacios para la resistencia global con los movimientos sociales.
En las calles de Palestina, en las zonas remotas del África y en los barrios
pobres de EEUU su liderazgo condujo a una internacionalización de la lucha
caracterizada por la solidaridad, el anti – colonialismo y el anti –
imperialismo; un autentico líder de los condenados de la tierra que se
identifican con la construcción de un mundo centrado en el ser humano y no en
el capital.
Con su muerte física se inicia un nuevo ciclo del Proyecto Bolivariano,
pero lejos de lo que anhelan sus enemigos no hay Chavismo sin Chávez ni post-
chavismo, en adelante el proceso de transformaciones en Venezuela sigue estando
bajo la influencia directa de su legado político. Su discurso fue madurado en
una década de gobierno que permitió a Venezuela reducir la pobreza, recuperar
sus recursos naturales e introducir cambios a lo interior de la sociedad para
la transición a un nuevo sistema político. El liderazgo de Chávez no es un
producto del azar, ni la construcción mediática moderna, se explica en la
gestación de condiciones objetivas en el proceso histórico que permitieron con
estrategias acertadas o no empujar las contradicciones y abrir espacio para
nuevas formas de organización social.
Sin fortunas materiales, la herencia de Chávez se reparte en las nuevas
estructuras de integración regional y su propuesta del socialismo bolivariano
con la que se identifican la mayoría de los venezolanos. Como lo expresó en su
última alocución, sus herederos no parten con las manos vacías “Gracias a Dios,
Padre Bolívar, cuán distinta es la situación para todos nosotros hombres y
mujeres Hoy sí tenemos Patria y es la tuya Bolívar, es la que tú
comenzaste a labrar, a labrar junto a millones de hombres y mujeres hace 200”,
Chávez es parte de la ruptura histórica venezolana del siglo XX y XXI, un
soldado como el mismo se autodenominó que marcó la vida de millones de seres
humanos sedientos de esperanza en una nación traicionada por la oligarquía;
encontrando en él un hermano y un líder.
José Fortique / @josefortique
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