miércoles, 1 de noviembre de 2017

CALIDAD DEL TRABAJO SOCIAL por María José Aguilar Idañez


¿Puede existir un trabajo social de calidad sin calidez? Para responder a esta pregunta definiré primero en esta entrada qué significa calidad en la profesión del trabajo social. 
¿Qué significa calidad del trabajo social?
Existe un consenso generalizado en el campo de las profesiones (y más concretamente en el campo de la ética de las profesiones) que establece la calidad como lo que permite definir qué es un buen profesional. La calidad sería, por tanto, sinónimo de excelencia profesional. Y buscar la excelencia solo es posible si una profesión está inmunizada frente a los males más endémicos de las profesiones, que son la burocratización, el corporativismo y la endogamia.
Toda profesión es una actividad social que presta un servicio específico a la sociedad en que se ejerce, de forma institucionalizada, y que exige contar con unas aptitudes determinadas para su ejercicio y con un peculiar interés por la meta que esa actividad concreta persigue. Por ello, -como advierte A. Cortina-, al ingresar en su profesión, todo profesional se compromete a perseguir las metas de esa actividad social, independientemente de los móviles privados o motivaciones personales para incorporarse a ella. Estas metas sociales son las que otorgan sentido y legitimidad social al ejercicio de esa profesión, constituyéndose como bienes internos a ella. Bienes que ninguna otra profesión puede proporcionar, por lo que sólo la persecución o logro de dichos bienes puede justificar dicho ejercicio profesional. Sólo la meta da sentido a la profesión, y sólo cuando los motivos personales o privados concuerdan con esa meta se convierten en razones: los motivos individuales nunca pueden ser razones legítimas o convertirse en argumentos que justifiquen la acción profesional si no tienen por base la exigencia de la meta profesional. Porque, como señala Adela Cortina (2000), cuando los motivos desplazan a las razones, cuando la arbitrariedad impera sobre los argumentos legítimos, se corrompe una profesión y deja de ofrecer los bienes que sólo ella puede proporcionar y que son indispensables para promover una vida humana digna. Con lo cual pierde su auténtico sentido y su legitimidad social.
“Por eso importa revitalizar las profesiones, recordando cuáles son sus fines legítimos y qué hábitos es preciso desarrollar para alcanzarlos. A esos hábitos, que llamamos ‘virtudes’, ponían los griegos por nombres ‘aretai’, ‘excelencias’. ‘Excelente’ era para el mundo griego el que destacaba por respeto a sus compañeros en el buen ejercicio de una actividad. ‘Excelente’ sería aquí el que compite consigo mismo para ofrecer un buen producto profesional, el que no se conforma con la mediocridad de quien únicamente aspira a eludir acusaciones legales de negligencia” (Cortina, 2008, p. 28).
Calidad (para blog)
Lo que permite establecer en cada momento y contexto histórico qué caracteriza un “buen” ejercicio profesional es su télos o misión (es decir, su finalidad última). El télos es la meta, el fin, el objetivo que toda actividad social se propone alcanzar, sus bienes internos. Esto supone plantearse explícitamente –tanto a nivel personal-profesional, como colectivo-profesional- la pregunta acerca de cuál es el “télos” de la actividad profesional, el fin último de lo que se hace, es decir, ¿para qué sirve el trabajo social? (¿qué pretende lograr el trabajo social con sus prácticas? ¿qué bienes intenta realizar? ¿para quién trabaja y desde dónde?).
Así pues, sólo quiénes hayan reflexionado con hondura sobre la finalidad de lo que hacen, podrán realizar un trabajo éticamente cualificado, es decir, un “buen” trabajo. Dicho en otras palabras, un buen profesional es aquél que reflexiona sobre el fin de su profesión y se propone decididamente encarnarlo en su vida profesional. Por lo que todo trabajador social debe plantearse el télos de su práctica profesional, la finalidad o misión, el servicio que pretende prestar a la sociedad al realizarla, el bien intrínseco que pretende realizar con ella.
El bien intrínseco sólo se consigue haciendo bien la práctica correspondiente, por lo que sólo se puede ser un buen profesional, ejerciendo bien la propia práctica (Bermejo, 1996). Sólo apelando a este fin puede justificarse o juzgarse si una actuación profesional merece aprobación o desaprobación ética (Hortal, 1994), y sólo quiénes son capaces de alcanzar estos bienes intrínsecos pueden ser calificados como buenos profesionales.
Considerando las diversas formulaciones que históricamente se han realizado en el campo profesional del trabajo social, así como las aspiraciones contenidas en ellas, se propone una formulación tentativa del télos específico del trabajo social:
“Todos aquéllos que se dedican a esta tarea profesionalmente buscan últimamente la construcción de una sociedad en la que cada individuo pueda dar el máximo de sí mismo como persona, de tal modo que su tarea consistirá tanto en la potenciación de las capacidades propias de los usuarios para vivir en sociedad como en el intento de remover los obstáculos sociales que impidan su realización” (Bermejo, 1996, p. 20).
Este texto es un extracto adaptado de las páginas 68 a 72, de mi libro titulado Trabajo Social. Concepto y Metodología, editado por Paraninfo y el Consejo General del Trabajo Social, en Madrid, en 2013.
 
Referencia: 
mjaguilarid | 1 noviembre, 2017 en 23:01 | Etiquetas: ética, calidad, excelencia profesional, trabajo social | Categorías: Sin categoría | URL: https://wp.me/p3iplk-cQ

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